27 de noviembre de 2007

Las nieblas prisioneras se licuaron, formando un líquido embravecido como leche hirviente y espumosa. Lo inundaron y, al no encontrar salida, ejercieron una presión insoportable contra las paredes interiores de su cuerpo. Quiso huir, huir como fuera, pero... ¿adónde...? Quería estallar, explotar, para no asfixiarse a sí mismo.